El campo comercializó menos soja y maíz
- Alejo Saggin
- 20 mar
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La política de reducción de retenciones impulsada por el gobierno de Javier Milei tenía como objetivo principal incentivar la venta de granos y aumentar la liquidación de divisas en un contexto de necesidad fiscal. Sin embargo, los datos de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires indican que los productores vendieron menos soja y maíz en comparación con los ciclos agrícolas previos.
Lejos de acelerar la comercialización, la medida fue recibida con cautela por el sector, que enfrenta incertidumbre económica, volatilidad de precios y dificultades climáticas.
Desde el 30 de enero, el Gobierno implementó una reducción temporal de los derechos de exportación hasta el 30 de junio de 2025. La soja pasó de tributar el 33% al 26%, mientras que el maíz y el trigo bajaron del 12% al 9,5%, y la harina y el aceite de soja disminuyeron del 31% al 24,5%. Con esta medida, el Gobierno buscaba mejorar la rentabilidad de los productores y estimular la comercialización para incrementar el ingreso de dólares a las reservas del Banco Central.
Sin embargo, los productores mantuvieron un ritmo de ventas más bajo del esperado. El mercado internacional incierto, la expectativa de un repunte en los precios y la necesidad de recomponer márgenes después de una campaña marcada por altos costos llevaron a muchos a postergar la comercialización. En este escenario, la estrategia predominante fue la retención de granos como resguardo de valor en medio de un panorama macroeconómico inestable.
Según el informe de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, entre el 29 de enero y el 13 de marzo de 2025, los productores vendieron 3,22 millones de toneladas de soja, lo que representa 1 millón de toneladas menos respecto al promedio de los últimos ocho años. En comparación con el mismo período de 2024, la disminución fue de 600.000 toneladas.
En cuanto al maíz, la comercialización alcanzó 2,34 millones de toneladas, 700.000 toneladas menos que el promedio histórico y 100.000 toneladas menos que el año anterior.
Los productores optaron por almacenar los granos debido a la incertidumbre económica. Las expectativas de una posible devaluación en el segundo semestre del año refuerzan esta estrategia. A esto se suma que, en muchos casos, los costos de producción siguen elevados, lo que obliga a los productores a esperar mejores condiciones de mercado antes de vender. La falta de acceso a crédito competitivo también influyó en la necesidad de preservar los granos como un activo estratégico.
En contraste con la soja y el maíz, el trigo experimentó un comportamiento diferente en términos de comercialización. En el mismo período, se vendieron 2,06 millones de toneladas, lo que representa 300.000 toneladas más que el promedio histórico. Este aumento se debe a la necesidad de generar liquidez inmediata, dado que los costos de producción para la siembra de la campaña fina requieren capital en el corto plazo. Además, la demanda internacional de trigo fue más dinámica, lo que permitió concretar negocios de exportación con mayor fluidez.
El escenario global también contribuyó a la reticencia de los productores a vender. La guerra en Ucrania sigue generando incertidumbre en los mercados de granos, mientras que la desaceleración del crecimiento en China ha impactado la demanda de commodities. Además, la política monetaria de la Reserva Federal de EE. UU., con tasas de interés aún elevadas, redujo el acceso al financiamiento para importadores internacionales, afectando el flujo de comercio de granos.
Otro factor clave es la creciente competencia de Brasil, que consolidó su posición como un exportador más agresivo. En los últimos años, el país vecino ha mejorado su infraestructura y logística, lo que le ha permitido reducir costos y aumentar su presencia en mercados clave como China. Esta situación ha ejercido presión sobre los precios internacionales, llevando a los productores argentinos a evaluar con mayor cautela el momento adecuado para vender.
Con la cosecha de soja y maíz en pleno desarrollo, el Gobierno espera que en los próximos meses se acelere la comercialización. Sin embargo, muchos productores siguen optando por esperar. El contexto inflacionario, la volatilidad cambiaria y la posibilidad de nuevos ajustes económicos generan incertidumbre sobre el mejor momento para vender.
De este modo, la liquidación de divisas en el sector agroexportador podría demorarse más de lo que las autoridades económicas proyectaban. A pesar de lo que algunos podrían imaginar, el campo no se deja guiar por cuestiones ideológicas; lo que manda es la rentabilidad, ya que es lo que permite a un productor seguir en el negocio y pensar con optimismo en la siguiente campaña.
Lo cierto es que, si los precios internacionales no muestran signos de recuperación en las próximas semanas, la retención de granos podría prolongarse hasta después del 30 de junio, cuando venza la reducción de retenciones. En ese caso, el impacto de la medida gubernamental se diluiría y no lograría su objetivo de acelerar la liquidación de divisas. A medida que transcurren los próximos meses, la atención se centrará en la evolución de los mercados internacionales, la estabilidad macroeconómica y las decisiones políticas que puedan influir en el comportamiento de los productores.
El sector agropecuario, una de las principales fuentes de generación de divisas del país, se encuentra en un punto crítico. La incertidumbre sobre el rumbo económico y la competitividad internacional serán factores determinantes para definir el éxito de la campaña agrícola y su impacto en la economía nacional. Mientras tanto, el dilema entre vender o esperar sigue siendo el principal desafío para los productores en un año que se perfila desafiante para el campo argentino.
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